El anarquismo, como realización práctica de la esencia hacia la libertad; con su multiplicidad de experiencias, y aun en su carácter multiforme, siempre ha sido expresión de coherencia entre los medios y la finalidad: la lucha contra la opresión afirmándose como fuerza sin constituirse en Poder.
Esta más que claro el papel recuperador y oxigenador de la izquierda que no pretende destruir el Estado, sino más bien gestionarlo. El marxismo nunca cuestiono las relaciones de Poder, de mandato y de obediencia, por eso reproduce las lógicas de la dominación. Por otro lado el anarquismo, que como idea fuerza para la liberación integral de las oprimidas, propone otras prácticas en donde la organización de la lucha sea sin la reproducción de las lógicas de poder; contrariamente a las organizaciones jerárquicas, verticalistas, con dirigentes y cuadros políticos. Lamentablemente muchos oportunistas, en su objetivo de atraer militantes toman algunas de las ideas del anarquismo para su beneficio, pero sus prácticas izquierdistas son contrarias a la libertad.
El anarquismo, nervio en la tensión de la revolución social, se remarca contra las estructuras, los órganos y las instituciones que reproducen dinámicas ligadas a la política y el Poder.
Remarcar y defender esa coherencia es fundamental para no dar lugar a las oportunistas que buscan hacer de la lucha por la anarquía un vehículo para sus ambiciones de Poder, como agentes de la recuperación y el vaciamiento ideológico a fin de boicotear el anarquismo como posibilidad del mundo distinto.
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